Los cristianos que profesan que la Biblia es Palabra infalible y suficiente de Dios, concuerdan en que deben formular las doctrinas y prácticas de su iglesia según las enseñanzas de la Biblia. Sin embargo, muchos estudiosos contemporáneos afirman que el Nuevo Testamento es ambiguo o guarda silencio respecto al tema del gobierno de la iglesia, y concluyen que no se puede sostener ningún modelo bíblico en particular (el de ancianos u otro) para todas las iglesias porque la Biblia no lo presenta de esa manera. George Elton Ladd, autor de A Theology of the New Testament (Teología del Nuevo Testamento) y ex- profesor en el Seminario Teológico de Fuller, expresa este punto de vista de manera concisa: “Al parecer, no había un modelo normativo para el gobierno de la iglesia en la era apostólica; la estructura organizativa eclesial no es un elemento esencial en la teología de la iglesia.”[12] Si bien este punto de vista es el que sostienen muchos estudiosos en la actualidad, debe ser desafiado porque, simplemente, no concuerda con la evidencia bíblica.
El liderazgo o gobierno de la iglesia local por parte de un grupo de ancianos es un aspecto presentado de manera amplia y clara por parte de los escritores del Nuevo Testamento, entre sus temas principales. J. Alec Motyer, que fue director del Trinity College, en Bristol, Inglaterra, capta el auténtico espíritu del Nuevo Testamento, cuando dice: “…ni siquiera se sugiere en el Nuevo Testamento que la iglesia jamás hubiera de necesitar, o siquiera querer o tolerar otra forma de liderazgo congregacional que el de un grupo de ancianos.”[13]
No sólo registra el Nuevo Testamento la presencia de ancianos en numerosas iglesias sino que da instrucciones sobre los ancianos y a los ancianos. De hecho, el Nuevo Testamento ofrece más instrucción respecto a los ancianos que a otros temas tan importantes para la iglesia como la Cena del Señor, el día del Señor, el bautismo y los dones espirituales. Si tomamos en cuenta que es típico del Nuevo Testamento evitar las normas minuciosas y los procedimientos eclesiales (en comparación con el Antiguo Testamento), resulta sorprendente la atención que brinda al aspecto del liderazgo de ancianos. “Por eso”, escribe Jon Zens, editor del periódico Searching Together, “necesitamos considerar seriamente la doctrina del liderazgo de ancianos; es una enseñanza que salta de las páginas del Nuevo Testamento y, sin embargo, ha caído en descrédito y no se practica en la mayor parte de las iglesias locales.”[14]
Un modelo neotestamentario consistente
Cuando se escucha hablar a ciertos investigadores, uno podría llegar a pensar que la Biblia no dice ni una sola palabra sobre los ancianos de la iglesia o sobre el gobierno eclesiaI. Pero no es así: El Nuevo Testamento presenta evidencias a favor de la supervisión pastoral a cargo de un consejo de ancianos en casi todas las iglesias primitivas. Estas congregaciones estaban dispersas en una región amplia y culturalmente diversa, desde Jerusalén hasta Roma.
Ejemplos de liderazgo de ancianos. Considere, tal como se registra en el Nuevo Testamento, el modelo consecuente de liderazgo colegiado de ancianos que existía entre las primeras iglesias cristianas.
- Encontramos ancianos en las iglesias de Judea y en sus alrededores (Hechos 11:30; Santiago 5:14,15).
- La iglesia de Jerusalén estaba gobernada por ancianos (Hechos 15;21).
- Entre las iglesias paulinas, el liderazgo fue ejercido por un cuerpo de ancianos en Derbe, en Listra, en Iconio y en Antioquía (Hechos 14:20-23); en la iglesia en Éfeso (Hechos 20:17; 1 Timoteo 3:1-7; 5:17-25); en la iglesia en Filipos (Filipenses 1:1) y en las iglesias en la isla de Creta (Tito 1:5).
- Según 1 Pedro, una carta del apóstol que tuvo amplia difusión, había ancianos en las iglesias en toda la región noroeste de Asia Menor: en Ponto, en Galacia, en Capadocia, en Asia y en Bitinia (1 Pedro 1:1; 5:1).
- Hay sólida evidencia de que había ancianos en las iglesias en Tesalónica (1 Tesalonicenses 5:12) y en Roma (Hebreos 13:17).
Instrucciones sobre los ancianos. El Nuevo Testamento no sólo provee ejemplos de iglesias dirigidas por ancianos. También incluye instrucciones explícitas sobre la manera en que las congregaciones han de cuidar, proteger, disciplinar, seleccionar, restaurar y designar a los ancianos. Los apóstoles tenían la intención de que esas instrucciones fueran obedecidas, y que se las considerase enseñanza normativa en todas las iglesias cristianas de todos los tiempos.
Santiago instruye a los enfermos a llamar a los ancianos de la iglesia (Santiago 5:14).
Pablo instruye a la iglesia en Éfeso a sostener económicamente a los ancianos que “trabajan en la predicación y la enseñanza” (1 Timoteo 5:17,18).
- Pablo da instrucciones a la iglesia local para que proteja a los ancianos de falsas acusaciones, para que discipline a los ancianos que cometen pecado, y para que restaure a los que han caído (1 Timoteo 5:19-22).
- Pablo instruye a la iglesia con respecto a los requisitos que deben cumplir los ancianos (1 Timoteo 3:1- 7; Tito 1:5-9).
- A la iglesia en Éfeso, Pablo le dice que cualquiera que desea ser anciano “buena obra anhela” (1 Timoteo 3:1).
- Pablo enseña a la iglesia que debe examinar las cualidades de los candidatos para ser anciano (1 Timoteo 3: 10; 5:24,25).
- Pedro instruye a los hombres jóvenes en la congregación a someterse a los ancianos de la iglesia (1 Pedro 5:5).
- Pablo enseña que los ancianos son los administradores de la casa; son líderes, instructores y maestros de la iglesia local (Tito 1:7,9; 1 Tesalonicenses 5:12).
Instrucciones y exhortaciones a los ancianos. Además de dar instrucciones a las iglesias con respecto a los ancianos, Pablo, Pedro y Santiago dan instrucciones directamente a los ancianos:
- Santiago les dice a los ancianos que oren por los enfermos y los unjan con aceite en el nombre de Jesús (Santiago 5:14).
- Pedro encarga a los ancianos que pastoreen voluntariamente la congregación ( 1 Pedro 5:1,2) y supervisen.
- Pedro advierte a los ancianos que no sean demasiado dominantes (1 Pedro 5:3).
- Pedro promete a los ancianos que, cuando el Señor regrese, recibirán “una corona incorruptible” (1 Pedro 5:4).
- Pedro exhorta a los ancianos a revestirse de humildad (1 Pedro 5:5).
- Pablo recuerda a los ancianos en Éfeso que el Espíritu Santo los ha colocado como obispos y pastores de la iglesia de Dios (Hechos 20:28).
- Pablo exhorta a los ancianos a proteger a la iglesia de los falsos maestros (Hechos 20:28), y a estar alerta a la constante amenaza que sufre la doctrina (Hechos 20: 31).
- Pablo insta a los ancianos a trabajar esforzadamente, a ayudar a los necesitados y a ser generosos como lo fue el Señor Jesucristo (Hechos 20:35).
Promueve la verdadera naturaleza de la iglesia, siguiendo el estilo neotestamentario
La estructura de gobierno de la iglesia local expresa de manera significativa la naturaleza de cada congregación y su filosofía sobre el ministerio. La iglesia local no es una masa indefinida de personas; es un grupo específico de individuos, con su peculiar carácter, misión y propósito. Estoy convencido de que la estructura de gobierno de la iglesia por medio de ancianos es la que mejor armoniza y promueve la auténtica naturaleza de la iglesia local tal como se nos revela en el Nuevo Testamento. Consideraremos cuatro maneras en que esta estructura de liderazgo se ajusta a la naturaleza y a la teología de la iglesia local.
La iglesia es una familia estrecha constituida por hermanos y hermanas. Entre los variados términos que se usan en el Nuevo Testamento para describir la naturaleza de la iglesia (cuerpo, esposa, templo, rebaño), el que con más frecuencia se usa es “familia”, particularmente la dimensión fraternal de la familia: hermanos y hermanas. Robert Banks, un destacado líder del movimiento mundial de iglesias en las casas de familia, hace la siguiente observación en su libro Paul’s Idea of Community (El concepto de comunidad en el pensamiento de Pablo):
Aunque en años recientes las metáforas usadas por el apóstol Pablo para aludir a la comunidad han sido objeto de intenso estudio, especialmente por la forma en que la describe como “cuerpo”, se ha pasado por alto el uso que hace de los términos “casa” o “familia”, y sólo se los menciona de manera casual.[15]
Banks comenta luego sobre la frecuencia y la importancia de las expresiones tomadas del ámbito familiar:
Estas figuras de lenguaje son tan numerosas y aparecen con tanta frecuencia que la comparación de la comunidad cristiana con una “familia” debe considerarse la metáfora más importante… Más que todas las otras imágenes utilizadas por Pablo, ésta revela la esencia de su pensamiento acerca de lo que es la comunidad.[16]
La iglesia cristiana local, por lo tanto, ha de ser una familia estrecha de hermanos y hermanas. La fraternidad también provee un principio orientador respecto a la administración de las relaciones entre los cristianos (Romanos 14:15,21; 1 Corintios 6:8; 8:11-13; 2 Tesalonicenses 3:14,15; Filemón 15,16; Santiago 4:11). Jesús declaró que sus verdaderos hermanos y hermanas son aquellos que lo siguen, y que ninguno de sus discípulos debía actuar como lo hacían los rabinos de su época, que se ponían a sí mismos por encima de sus prójimos:
“Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí. Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos” (Mateo 23:5-8).
En total obediencia a la enseñanza de Cristo sobre la humildad y la fraternidad, los primeros cristianos se negaron a usar títulos especiales, ropaje ritual, asientos elegidos ni términos jerárquicos para destacar a los líderes de la congregación. También eligieron una estructura apropiada de liderazgo para las congregaciones locales: el liderazgo ejercido por un consejo de ancianos. Los primeros cristianos descubrieron en su herencia bíblica una estructura de gobierno compatible con la nueva familia espiritual y con sus convicciones teológicas. Israel era una gran familia, compuesta por muchos núcleos de familias. La nación había comprobado que el liderazgo ejercido por un grupo de ancianos era una forma apropiada de autogobierno, que permitía una representación justa de todos sus miembros. Lo mismo vale respecto a la iglesia local. La estructura de gobierno mediante un consejo de ancianos va bien con una organización semejante a una familia extendida, como es la iglesia local. Esta organización permite que cualquier hermano en la comunidad que desee y reúna las calificaciones estipuladas, tenga acceso a ejercer plenamente el liderazgo en la comunidad.
La iglesia es una comunidad no clerical. La congregación local no sólo es un familia íntima y cariñosa de hermanos y hermanas redimidos; es también una familia no clerical. A diferencia de Israel, que está formada por una clase de miembros laicos y otra de sacerdotes consagrados, la iglesia cristiana del primer siglo era un movimiento popular. La marca distintiva del cristianismo no estaba dada por la jerarquía clerical sino por el hecho de que el Espíritu de Dios había venido a morar en personas comunes y corrientes, y que por medio de ellas el Espíritu manifestaba la vida de Jesús en el seno de la comunidad creyente y hacia el mundo.
Es una profunda verdad que no haya en el Nuevo Testamento ninguna clase clerical ni sacerdocio que se distinga del pueblo de Dios.
Bajo el nuevo pacto ratificado por la sangre de Cristo, cada miembro de la iglesia de Jesucristo es un santo, un sacerdote real, un miembro del cuerpo de Cristo que ha recibido dones del Espíritu. Pablo enseña que hay una variedad de dones y servicios en el seno del Cuerpo de Cristo (1 Corintios 12), pero no dice absolutamente nada sobre algún abismo místico entre la clase clerical consagrada y los laicos. Si tal cosa existiera, seguramente algo tan esencial a la iglesia como una diferenciación entre laicos y clérigos al menos debería mencionarse en el Nuevo Testamento.
Sin embargo, lo que se recalca es la unidad del pueblo de Dios (Efesios 2: 13-19), y en cambio queda desmantelado el concepto de la brecha entre lo secular y lo sagrado que existía entre sacerdotes y personas comunes bajo el antiguo pacto (1 Pedro 2:5-10; Apocalipsis 1:6).
El clericalismo no refleja el cristianismo bíblico y apostólico. De hecho, el error que debe ser enfrentado no es simplemente el concepto de que un hombre pueda ejercer el liderazgo en la congregación en forma individual, sino la idea de que una persona ha sido sacralizada en el seno de la fraternidad, separada de sus hermanos y colocada en un nivel especial; esto es antiescritural. Los clérigos ordenados (ministros, reverendos) son, en la práctica, sacerdotes protestantes.
El gobierno, por medio de los ancianos que encontramos en la Biblia, no puede existir en un ámbito que acepte el clericalismo. El uso que Pablo hace de una estructura de liderazgo en la iglesia local por medio de un consejo de ancianos es una evidencia clara y concreta en contra del clericalismo, porque el liderazgo de ancianos es, por su propia naturaleza, una estructura no clerical. En la Biblia los ancianos son siempre considerados como “ancianos del pueblo” o “ancianos en la congregación”, nunca como “ancianos de Dios”. Los ancianos son representantes del pueblo, como miembros entre otros miembros, que ejercen el liderazgo.
Al fundar iglesias, Pablo nunca designó sacerdotes ni clérigos para ejercer el ministerio de la iglesia. Cuando fundaba una iglesia local, dejaba allí un consejo de ancianos elegidos entre los creyentes para que, como equipo, cuidaran de la comunidad local (Hechos 14:23; Tito 1:5).
Obviamente, eso es todo lo que el apóstol consideraba necesario para la congregación. Puesto que la iglesia local de su época estaba integrada por santos, sacerdotes y ministros ungidos por el Espíritu, y puesto que Cristo estaba presente en cada congregación por medio de la persona del Espíritu Santo, no eran necesarios los atributos religiosos tradicionales, tales como lugares, edificios u oficiantes sagrados (sacerdotes, clérigos u hombres consagrados). No había que tolerar la presencia de tales cosas. A fin de responder a las necesidades de la congregación en cuanto a gobierno y liderazgo, Pablo establece una estructura de gobierno no clerical (el cuerpo de ancianos), una forma de gobierno que no subestima el señorío de Cristo sobre su pueblo ni el glorioso rango de un cuerpo donde todos son santos y sacerdotes, y donde todos los miembros realizan un ministerio.
La iglesia es una comunidad de servicio humilde. Estoy convencido de que una de las razones por las cuales los apóstoles eligieron el sistema de gobierno por medio de un cuerpo de ancianos fue porque esta estructura favorece el amor, el servicio y la humildad que caracterizan a la familia cristiana. El Nuevo Testamento ofrece un constante ejemplo de liderazgo compartido, como estructura ideal de conducción en una congregación donde florecen el amor, la humildad y la actitud de servicio. Cuando funciona adecuadamente, el liderazgo en equipo requiere una actitud de servicio mayor que la necesaria para el liderazgo unipersonal. Para que un cuerpo de ancianos funcione de manera eficaz, los ancianos deben mostrar respeto mutuo, deben someterse unos a otros, ser pacientes y considerar con toda sinceridad los intereses y perspectivas de los demás, y ceder unos a otros. En consecuencia, el liderazgo de ancianos estimula el amor, la humildad, la solidaridad, la paciencia y la interdependencia afectuosa entre hermanos, cualidades que han de caracterizar a una iglesia que se preocupa por el servicio.
Más aún, con frecuencia el liderazgo compartido pone más a prueba a las personas que el liderazgo unipersonal. Esta forma de gobierno pone en evidencia nuestra falta de paciencia, nuestro orgullo obstinado, nuestros caprichos, nuestra inmadurez egoísta, nuestra actitud dominante, nuestra falta de amor y comprensión el uno por el otro, nuestra poca práctica de oración. También pone de manifiesto cuánto nos falta desarrollar la humildad, el amor fraternal y la genuina actitud de servicio.
Al igual que los creyentes de Corinto, estamos muy dispuestos a desarrollar nuestro conocimiento y los dones que se muestran en público, pero somos lentos para madurar en amor y en humildad.
Creo que hoy las iglesias necesitan desesperadamente un avivamiento del amor, de la humildad y de la actitud de servicio. Tal avivamiento debe comenzar por los líderes. En ese sentido, el liderazgo de un cuerpo de ancianos como el que ofrece el modelo bíblico es una estructura donde los líderes aprenden a trabajar juntos en amor y humildad. Puesto que el gobierno de ancianos representa un microcosmos de la iglesia completa, brinda a toda la congregación un modelo en vivo de relaciones de amor y de servicio. Por lo tanto, el liderazgo ejercido por un grupo de ancianos es ideal para la iglesia que desea llevar a cabo un servicio en humildad.
La iglesia está bajo la cabeza que es Cristo. Lo más importante de esto es que el modelo bíblico del gobierno de ancianos protege y promueve la preeminencia y la posición de primer nivel que Cristo tiene sobre la iglesia local. Jesús dejó a sus discípulos la preciosa promesa de que “donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20). Puesto que los apóstoles sabían que Jesucristo, por el Espíritu Santo, estaba presente de una manera especial entre ellos, como Líder, Cabeza, Señor, Pastor, Maestro, Amo, Sumo Sacerdote y Rey, eligieron una forma de gobierno que reflejaba esta verdad fundamental y distintiva del cristianismo. Esta no era una idea abstracta para los primeros cristianos, era una realidad. Las primeras iglesias estaban realmente centradas en Cristo y dependían de él. Cristo era quien proveía todo lo necesario para estar en plena comunión con Dios y unos con otros.
La persona y obra de Cristo era tan grandiosa, definitiva y completa que nada, ni siquiera en apariencia, podía disminuir la centralidad y suficiencia de la presencia de Cristo en su pueblo.
Por eso, durante el primer siglo, ningún cristiano se hubiera atrevido siquiera a tomar una posición o un título como líder principal o pastor de la iglesia. Hoy, en cambio, los cristianos estamos tan acostumbrados a referirse al “pastor” que no nos detenemos a pensar que el Nuevo Testamento no lo hace. Este es un hecho muy significativo, y no debemos permitir que una costumbre impida nuestra comprensión de esta importante verdad. Hay un sólo rebaño y un sólo Pastor (Juan 10: 16), un cuerpo y una Cabeza (Colosenses 1:18), un sacerdocio santo y un sólo gran Sumo sacerdote (Hebreos 4:14), una fraternidad de hermanos y un Hermano mayor (Romanos 8:29), un edificio y una Piedra fundamental (1 Pedro 2:5), un Mediador y un Señor. Jesucristo es el “Pastor principal”, y todos los demás son sólo pastores ayudantes (1 Pedro 5:4).
Para simbolizar la realidad de la presencia y el liderazgo de Cristo sobre la congregación local y sobre sus líderes, podemos colocar una silla desocupada junto al que preside las reuniones de los ancianos. Este es un recordatorio visual de la presencia y señorío de Cristo, de la posición que tienen los ancianos como ayudantes, y de su dependencia de Cristo por medio de la oración y de la Palabra.
Promueve la protección y santificación de los líderes espirituales
Consideraremos ahora dos razones de extrema importancia, y a la vez beneficios del liderazgo pastoral ejercido por un consejo de ancianos calificados. En primer lugar, el liderazgo compartido provee un ámbito donde los ancianos rinden cuentas el uno al otro y se protegen de los pecados que acechan de manera peculiar a los líderes espirituales. A su vez, el mutuo control protege la espiritualidad de la iglesia local y el testimonio del nombre de Cristo. La segunda razón y beneficio es que la estructura del gobierno de ancianos provee relaciones entre pares; esto ayuda a equilibrar las respectivas debilidades de los líderes y a corregir su carácter, lo cual es un aspecto fundamental en el proceso de santificación de los líderes espirituales.
El liderazgo debe dar cuentas. El historiador inglés Lord Acton dijo: “El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe de manera absoluta”. Puesto que la Biblia nos enseña de manera convincente sobre la realidad del pecado, de la maldición, de Satanás y de la depravación humana, es de esperar que entendamos claramente por qué las personas que ocupan posiciones de poder se corrompen fácilmente. De hecho, cuanto más comprendemos el total engaño y perversión del pecado, tanto más fuerte será nuestro compromiso a rendir cuentas unos a otros.
El liderazgo en equipo que sigue el modelo bíblico brinda una estructura formal para una genuina responsabilidad. El liderazgo fraternal compartido provee el freno necesario a pecados tales como la soberbia, la avaricia y la “pretensión de ser como dioses”. Earl D. Radmacher, director de un seminario bautista, escribe: “Los líderes humanos, inclusive los cristianos, son pecadores y cumplen la voluntad de Dios de manera imperfecta. Un equipo de líderes, por lo tanto, tiene la función de llevar el ‘control y balance’ de sus miembros, y sirve de resguardo contra la tendencia tan humana de ejercer dominio sobre otros.”[17]
Nunca fue la intención de Dios que una sola persona controlase la iglesia local. El concepto de pastor como un profesional entrenado que actúa en forma individual, una persona consagrada que preside la congregación y que nunca llega a ser plenamente parte de ella, es totalmente contrario a las Escrituras. No sólo es antiescritural, sino que es psicológica y espiritualmente no saludable. Radmacher contrapone las deficiencias de un liderazgo eclesial unipersonal con la saludable calidad del liderazgo que se comparte entre varios pastores:
Los laicos… son indiferentes porque están demasiado ocupados. No tienen tiempo para molestarse por los asuntos de la iglesia. Por consiguiente, la administración se deja en gran medida en manos del pastor. Esto es malo para él, y también es malo para la iglesia. Abre el camino para que el pastor crezca en actitud dictatorial y alimente en su corazón la ambición del poder autocrático.
Estoy convencido de que Dios ha provisto una barrera contra estas poderosas tentaciones, y lo ha hecho mediante el modelo del liderazgo colectivo. El control y el equilibrio que brindan hombres que comparten la misma autoridad es más saludable y ayuda a promover esas actitudes deseables que el apóstol Pedro recomienda a los ancianos: “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por la fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey” (1 Pedro 5:2,3).[18]
Además de proveer un ámbito en el que pueden rendirse cuentas mutuamente y pueden cultivar una relación estrecha entre ellos, (justamente las cosas de las que huyen a toda costa los pastores dictatoriales), el liderazgo compartido asegura que el pastor de la congregación rinda cuentas de su tarea. Los líderes de la iglesia (como cualquiera de nosotros), pueden tornarse perezosos, olvidadizos, temerosos, o demasiado atareados para cumplir con sus responsabilidades.
Por lo tanto necesitan tener colegas en el ministerio ante quienes son responsables por su trabajo. Los entrenadores saben que los atletas que entrenan en equipo se estimulan mutuamente para lograr mejor rendimiento. Cuando alguien está corriendo a su lado, el corredor se esforzará un poquito más y procurará correr más rápido. Lo mismo es cierto respecto a la obra del Señor. Esta es una de las razones por las que el Señor envió a sus discípulos de dos en dos.
Vínculos entre compañeros. Una de las satisfacciones más grandes de mi vida ha sido compartir el liderazgo pastoral en una iglesia con un equipo de ancianos pastores consagrados. Como compañeros en la obra de pastorear al precioso pueblo de Dios, ganado por la sangre de Cristo, hemos podido estimularnos, consolarnos, protegernos, compensar y fortalecernos unos a otros en toda situación imaginable de la vida. No dudo en afirmar que la relación con mis hermanos ancianos ha sido, después del matrimonio, la herramienta más importante usada por Dios para el desarrollo espiritual de mi carácter, mis habilidades para el liderazgo y mi ministerio de enseñanza. El cuerpo de ancianos ha jugado un rol primordial en el proceso de santificación de mi vida cristiana.
El liderazgo compartido puede brindar a los líderes de la congregación la necesaria evaluación de sus fallas y deficiencias, y puede ayudarles a superarlas. Todos tenemos puntos ciegos, excentricidades y deficiencias. Todos tenemos lo que C. S. Lewis llamaba “una fatal imperfección”.[19] Podemos percibir claramente esas deficiencias en otros, pero no en nosotros mismos. Estas imperfecciones fatales o puntos ciegos, distorsionan nuestra capacidad de juicio. Nos engañan. Pueden inclusive llegar a destruirnos. Esto es particularmente cierto con respecto a los líderes carismáticos y con múltiples talentos. Ciegos a sus fallas y a sus perspectivas extremistas, líderes talentosos se han destruido a sí mismos porque carecían de pares que pudieran confrontarlos y equilibrarlos, y en realidad tampoco los querían. Cuando un líder individual ocupa el vértice de la pirámide en una estructura organizativa, rara vez se logra el necesario equilibrio entre las debilidades y fortalezas de los líderes. Observe el vocabulario punzante de Robert Greenleaf, autor del libro Servant Leadership (Líderes siervos):
Ser un líder solitario en la cúspide de una pirámide es anormal y destructivo. Ninguno de nosotros es perfecto, y todos necesitamos la ayuda y la influencia correctiva de colegas cercanos. Cuando alguien ocupa la cúspide de la pirámide, dicha persona deja de tener colegas y sólo tiene subordinados. Ni siquiera el subordinado más franco y valiente habla con el jefe de la misma manera que habla con sus iguales, y los esquemas normales de comunicación se distorsionan.[20]
Estoy convencido de que las personas que ejercen el pastorado en forma unipersonal, mejorarían su carácter y su ministerio si tuvieran compañeros ante quienes rendir cuentas periódicamente y con quienes trabajar en equipo.
[12] George Elton Ladd: A Theology of the New Testament, Eerdmans, Grand Rapids, 1974, p. 534.
[13] J. A. Motyer: The Message of James, Serie The Bible Speaks Today, InterVarsity, Downers Grove, 1985, p. 189.
[14] Jon Zens: “The Major Concepts of Eldership in the New Testament“, p. 28.
[15] Robert Banks: Paul’s Idea of Community, Eerdmans, Grand Rapids, 1980, p. 53.
[16] Ibid., pp. 53, 54.
[17] Earl D. Radmacher: The Question of Elders, Western Baptist, Portland, 1977, p. 7.
[18] Ibid., p. 11.
[19] C. S. Lewis: “How to Get Along with Difficult People”, Eternity 16, August, 1965: 14.
[20] Robert Greenleaf: Servant Leadership, Paulist, New York, 1977, p. 63.