REPRODUCCIÓN DE LIDERAZGO: 4 PERSPECTIVAS – PARTE 1

por Eduardo Nieto

 

No se es líder para toda la vida. Así como a los mejores deportistas siempre les llega la hora de retirarse, los que hemos sido llamados a ejercer funciones de liderazgo en el ministerio debemos tener claro que hacemos parte de un ciclo y que en el proceso debemos entrenar, abrir espacio e impulsar a los que vienen detrás. Y en la Palabra de Dios podemos encontrar diversos escenarios que nos pueden hacer considerar y conversar sobre la importancia de multiplicar o reproducir el liderazgo. Veremos estas perspectivas en dos partes, analizando ejemplos muy útiles para considerar cómo estamos abordando este aspecto en nuestro ejercicio como ancianos, líderes o pastores.

David

El primer ejemplo es uno muy conocido. Sin duda, la gran mayoría de nuestros lectores conocen la historia de David. Este polifacético hombre es muy vistoso en el relato bíblico. Se caracterizó por ser un valiente guerrero, así que debió ser un muy atlético, sin mencionar que también fue un talentoso músico y prolijo compositor. David llegó a ser el gran rey de Israel, pero toda esa grandeza y gloria se vieron menguadas al final de sus días. Quizás por nostalgia, por descuido o por la misma vejez, terminó perpetuándose en el trono más de lo debido. Si recordamos, ya entrado en años llegó al punto que ni si quiera podía calentarse en la noche y por eso sus siervos buscaron una joven sunamita, Abisag, para que le ayudara a calentarse.

Si llegó a esa condición también es muy probable que no estaba en capacidad de gobernar a su pueblo. Ya previamente había anunciado que Salomón lo sucedería en el trono, pero se tardó en hacer efectiva esa decisión, y estando a las puertas de la muerte se levantó una conspiración de parte de su hijo Adonías para hacerse al poder.

Ante la situación, Natán y Betsabé reaccionaron para impulsar a David a cumplir su palabra: coronar a Salomón como rey.

Esto constituye una palabra de advertencia para todo aquel que ejerza liderazgo hoy. Que no nos pase lo mismo a nosotros, debemos cuidarnos de no cometer el mismo error de David: perpetuarnos en una posición o función sin capacitar a otro de tal forma que cuando tengamos que dar un paso a un lado, sepamos que la persona que asumirá esa responsabilidad estará preparada para seguir con la labor y extenderla más allá.

En cuanto a este tema debemos cuidarnos y pedir a Dios sabiduría para no hacer lo mismo. El relevo de liderazgo sobre Israel se vio entorpecido porque David esperó hasta el último momento para hacerlo, y quizás al hacerlo, tampoco tomó la iniciativa de entrenar intencionalmente a Salomón. Esto se habría podido evitar si David hubiese tenido presente que debía entrenar a su reemplazo, de tal forma que Salomón estuviera listo para hacer un relevo oportuno y no de forma abrupta y apresurada.

En este ejemplo de David encontramos que la falta de multiplicación de liderazgo puede deberse a la falta de visión e intencionalidad de los líderes. Un líder puede perpetuarse en su posición por más tiempo del necesario cuando no desarrolla una visión que se extienda más allá de sus fuerzas e involucre a otras personas después de él.
Pidamos sabiduría de Dios para saber equipar oportunamente a otros para que realicen la tarea que nos ha sido encomendada.

Elías

El segundo ejemplo que deseo mirar es el de Elías.

Me gusta mucho el personaje de Elías. Fue un hombre audaz y valiente que Dios usó de manera impresionante. Si hay algo me asombra al leer su historia es el contraste que vemos después de uno de los eventos más asombrosos en su vida. Tras haber desafiado a los sacerdotes de Baal, burlándose y humillándolos por su fracaso, mostrando contundentemente quién era el Dios verdadero, degolló a los 450 sacerdotes de Baal. Cuando trato de imaginarme la escena concluyo que no es muy agradable, pero lo que me impacta que después de esto, al escuchar las amenazas de Jezabel, Elías decidió huir al desierto.

Dice la palabra en 1 Reyes 19: 4 que Elías deseaba morir, y estando en esa condición, un ángel lo visitó y le dio alimento con el que tuvo suficiente fortaleza para caminar por cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios, donde halló una cueva y estando en esa cueva se le presentó Dios y le preguntó: Elías, ¿qué haces aquí? (1 Reyes 19: 9) ¿Y cuál fue su respuesta?, versículo 10:

He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida.

La escena es impresionante, Dios lo llama a que salga de la cueva, y el relato dice que Dios pasaba, y un fuerte viento rompía las rocas, pero Jehová no estaba allí, luego hubo un terremoto, luego un fuego, pero Jehová no estaba en nada de ello, Él estaba en el silbo apacible y delicado, y de nuevo volvió a preguntar: Elías, ¿qué haces aquí? y Elías repitió su respuesta. Pero al parecer la respuesta no satisfizo a Dios, quien procedió a darle instrucciones. Le hizo saber que él no estaba solo, que él no era el único.

Dios le indicó que debía ungir a Hazael por rey de Siria, a Jehú por rey de Israel y a Eliseo como sucesor, y le informó que haría que en Israel quedaran siete mil personas que no se postrarían ante Baal.

En nuestro rol de ancianos o líderes, podemos asumir una actitud como la de Elías, llegar a creer que somos los únicos, que estamos solos, que no hay nadie que nos ayude, que nos releve o que trabaje a la par con nosotros. Pero Dios no desiste de levantar siervos para su gloria. Es cierto que pueden ser pocos, pero nunca escasearán por completo. Si estamos como Elías, debemos dejar de sentir autocompasión o de sentir que somos mejores que otros. No esperemos a que Dios nos pregunte ¿qué haces aquí? sino estemos atentos a los siervos de Dios. Podemos sentirnos solos, pero quizás porque hemos preferido estar solos en la cueva en lugar de salir y ver a Dios obrar.  Aprendamos de la lección de Elías,

Quizás en algún grado hemos experimentado lo visto en los dos ejemplos previos, pero tomemos la decisión de buscar constantemente la dirección de Dios para ser sabios al momento de entregar el testigo.
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Espera en nuestro siguiente número las perspectivas sobre Moisés y Pablo.

Photo by Dylan Gillis on Unsplash

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